La “sumisión química” se refiere al uso de sustancias químicas con la intención de incapacitar o controlar a una persona sin su consentimiento. Estas sustancias pueden incluir drogas como sedantes, tranquilizantes, hipnóticos o narcóticos. La sumisión química es considerada una forma de abuso y violación, ya que implica el uso de sustancias para cometer actos sexuales no consensuales o aprovecharse de una persona en un estado de vulnerabilidad.
Recientemente se confirmó la muerte de un turista chileno en Río de Janeiro, Brasil, que fue hallado en una zanja, tras una probable utilización de la droga conocida como “Buenas noches, Cenicienta” en un pub de la ciudad. Una gama de sustancias que va desde ansiolíticos hasta los sedantes de uso veterinario. Son depresores del sistema nervioso central, que inhiben la actividad mental y actúan, principalmente, en el centro de la memoria.
La sumisión química es ilegal y está condenada en la mayoría de los sistemas legales. Constituye un delito grave que viola la autonomía y la integridad de una persona, así como sus derechos humanos.
Las víctimas de sumisión química pueden experimentar efectos adversos para la salud, tanto físicos como psicológicos, que pueden incluir sedación, confusión, pérdida de memoria, debilidad muscular, mareos, desorientación, náuseas, entre otros. Además de los efectos inmediatos, también pueden sufrir traumas emocionales y psicológicos duraderos.
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