Fue parte del Imperio otomano desde 1516 hasta 1918, cuando este se derrumbó al final de la Primera Guerra Mundial. Después, las cinco provincias que constituyen al Líbano moderno estuvieron bajo el Mandato francés. Los franceses expandieron las fronteras de la Gobernación del Monte Líbano, poblada por maronitas y drusos para incluir a más musulmanes. Líbano ganó la independencia en 1943, estableciendo un sistema político único, el Confesionalismo, un tipo de consociativismo entre comunidades religiosas.
Hasta los años 1970, el Líbano era el centro financiero de Oriente Próximo, lo que le valió el sobrenombre de la Suiza del Oriente Próximo. Sin embargo, su importancia económica se desintegró con la Guerra Civil Libanesa de 1975-1990, que destruyó el equilibrio político.
A mediados de 2006, el país había recuperado un considerable grado de estabilidad y desarrollo, la reconstrucción de Beirut estaba casi completa y un número creciente de turistas volvía al país. Sin embargo, en el verano de 2006 se desató la Guerra del Líbano, de un mes de duración, entre el ejército de Israel y Hezbollah, que causó un gran número de bajas civiles e importantes daños en la infraestructura del país. El 14 de agosto se alcanzó un alto al fuego tras un llamamiento al fin de las hostilidades del Consejo de Seguridad de la ONU.
Desde entonces, el país vive una inestabilidad casi constante, por guerras y conflictos internos o externos (conflictos de países cercanos como Siria, Israel o Palestina). A pesar de ello, su capital Beirut vuelve a ser uno de los centros financieros, económicos y comerciales más grandes y modernos, y una de las ciudades más vanguardistas y occidentalizadas del Oriente Medio. Líbano es un país muy desigual, donde el 1% más rico posee el 40% de la riqueza.