Volcanes
Peligros de una erupción volcánica
Durante una erupción explosiva se emite a la atmósfera una mezcla de gases y piroclastos (fragmentos sólidos de material volcánico expulsado). Las “bombas volcánicas” son los fragmentos más grandes, con trayectorias balísticas desde el centro de emisión, pero tienen un alcance menor, de pocos kilómetros. El resto de las partículas son elevadas por los gases volcánicos y generan la pluma, que puede conformarse como una columna convectiva de decenas de kilómetros. Cuando la densidad de los gases y partículas es igual a la de la atmósfera circundante, comienza la “lluvia” de cenizas, que es dispersada por los vientos y las turbulencias y puede cubrir áreas enormes, de miles de kilómetros cuadrados y hasta metros de espesor.
- Coladas de lava. Es el manto de lava fluida producto de una erupción efusiva. Cuanto más viscosa, menor distancia recorrerá, pero ganará en altura. Si es más fluida, el manto, de menor espesor, puede ocupar grandes extensiones.
- Cenizas. Las cenizas procedentes de los volcanes pueden causar lesiones en las vías respiratorias, los ojos y las heridas abiertas, así como irritación en la piel. Se recomienda no exponerse a ellas.
- Flujos piroclásticos. Si la pluma generada por una erupción explosiva no tiene la energía suficiente o una densidad menor que la de la atmósfera circundante, se produce un colapso que genera flujos densos de una mezcla de gases y partículas sólidas a muy alta temperatura (hasta unos 700º celsius) que se desplazan a grandes velocidades (hasta unos 550 kilómetros por hora) denominados coladas piroclásticas. Cuando estos flujos son más diluidos, presentan un movimiento más turbulento y se denominan oleadas piroclásticas. El conjunto de flujos que incluye coladas y oleadas piroclásticas junto con casos intermedios se denomina flujo piroclástico.
- Emanaciones gaseosas. Los gases que inicialmente se encuentran disueltos en el magma se separan de este durante la erupción y se inyectan a la atmósfera a altas temperaturas y velocidades. Además de ser emitidos de forma violenta, los gases pueden escaparse por pequeñas fracturas o fisuras del edificio volcánico y alrededores de forma más o menos continua, dando lugar a lo que se denomina fumarolas. Algunos gases como el dióxido de carbono pueden escapar por difusión a través del suelo en extensas áreas alrededor del edificio y generar una nube que se mueve a la altura de unos pocos centímetros, en función de la topografía, hasta que se diluyen en la atmósfera. Los gases lanzados al aire pueden generar lluvia ácida al unirse al agua de rocío o a la procedente de precipitaciones. Pueden provocar dolor de cabeza, vómitos, asfixia e irritaciones de ojos y piel, además de dañar las cosechas y las estructuras metálicas. Estas emisiones pueden causar la contaminación del aire y el agua, y tener un alcance de cientos de kilómetros.
- Lahares o flujos de lodos. Son avalanchas de material volcánico no consolidado, especialmente cenizas, movilizadas por agua procedente de lluvias, fusión de glaciares, desbordamientos o deshielo. Su comportamiento es similar al de las riadas, se canaliza por los barrancos e incorpora todo tipo de materiales que arrastre a su paso, lo que aumenta su poder destructivo. Estos flujos pueden producirse durante la erupción o meses después, tras una lluvia torrencial.
- Deslizamientos de ladera. La superposición de materiales duros y blandos de los edificios volcánicos da lugar a una estructura que puede resultar inestable y producir el colapso de una parte del edificio. El agua o la intrusión de un gran volumen de magma puede causar estos movimientos.
- Tsunamis. Las olas gigantescas pueden generarse por los mencionados deslizamientos de ladera de un gran edificio volcánico, por flujos piroclásticos masivos o por una erupción submarina. Estas olas pueden alcanzar varios metros de altura y penetrar decenas o centenares de metros desde la orilla del mar.
Índice de explosividad (VEI)
La escala para clasificar las erupciones mide la intensidad y la magnitud y se corresponde con una escala logarítmica que oscila entre 0, erupciones no explosivas, y 8, el máximo atribuido a las erupciones más grandes identificadas en el registro geológico. Esta escala permite comparar las erupciones y prever su recurrencia: conforme se sube en esta escala, las erupciones tienen cada vez menos frecuencia. A partir de 5, la periodicidad supera el centenar de años.
Para su cálculo es necesario, medir dos parámetros: la intensidad y la magnitud.
- La intensidad es “la cantidad de magma que se expulsa por unidad de tiempo y se mide en la altura de la columna eruptiva”.
- La magnitud, contabiliza el total de material expulsado y se expresa en kilómetros cúbicos.
Algunos expertos consideran poco exacta esta escala y creen necesaria la revisión del parámetro de la magnitud.

Algunos volcanes históricos
Kilauea (Hawái, EEUU)
Es el volcán más activo de Hawái. El 29 de noviembre de 1975, tras un terremoto severo (el más grande desde 1868) la lava brotó durante un breve periodo de tiempo y sin provocar mayores problemas. La gran mayoría de las erupciones del Kilauea tiene el menor índice de explosividad volcánica.
Masaya (Nicaragua)
Es uno de los volcanes más activos de Nicaragua. El 29 de abril de 2008 sufrió una erupción de gases y cenizas en cantidades moderadas. Esta expulsión de cenizas y de vapor se repitió en junio, y a partir de agosto en el resto de meses del año, formando columnas oscuras.
Cumbre Vieja (Canarias. España)
El domingo 19 de septiembre de 2021 erupcionó el volcán situado en la isla de La Palma. Desde entonces la lava ya cubre más de 680 hectáreas y cuenta con un perímetro de 36,24 kilómetros. Actualmente sigue en plena actividad y ha obligado a restringir el espacio aéreo en varias ocasiones.
Nevado del Ruiz (Colombia)
Forma parte, junto con los volcanes Santa Isabel y de Tolima, del Parque Nacional Natural de los Nevados. El 13 de noviembre de 1985 se produjo una erupción de índice de explosividad 3 que fue la más mortífera de América del Sur con unos 25.000 fallecidos.
Eyjafjallajökull (Islandia)
Su nombre significa el glaciar en la montaña de la isla. El 14 de abril de 2010 se produjo la mayor erupción del Eyjafjallajökull. Esta ha sido la primera y única vez que el volcán a alcanzado el 4 en el VEI. La nube de cenizas creada obligó a la cancelación de más de 5.000 vuelos en Europa.
Monte Santa Helena (Estados Unidos)
Tras dos meses de terremotos y explosiones pequeñas, el 18 de mayo de 1980, el monte Santa Helena erupcionó provocando el mayor desastre volcánico en Estados Unidos. En esta catástrofe murieron 57 personas, incluido un científico que estaba estudiando este fenómeno.
Pinatuvo
El 15 de junio de 1991, tras meses de terremotos, el volcán erupcionó con una gran magnitud. Tal fue así que se eliminó tanto magma y roca de la parte de debajo del volcán que su cumbre se derrumbó y se creó una ladera de 2’5 kilómetros de ancho. Este desastre natural dejó más de 850 fallecidos.
Tambora
Del 10 al 11 de abril de 1815 erupcionó el Tambora causando la desaparición inmediata de 10.000 personas. A esta cifra hay que sumarle 50.000 personas más que fallecieron por las consecuencias de este volcán. También tuvo grandes efectos climáticos, con temperaturas especialmente gélidas en Europa y noreste de EE UU durante 1816.
Toba
Hace 74.000 años aproximadamente se dio la erupción más grande conocida desde el Pleistoceno. Este volcán expulsó alrededor de 2.500 kilómetros cúbicos de ceniza y lava. Estas cenizas se han identificado en Tanzania, a más de 7.000 kilómetros de distancia. Las consecuencias climáticas siguen siendo objeto de debate actualmente.